Por Dania Guadalupe González Rivera.
Por mucho tiempo he escuchado que la «moda vuelve» y es cíclica. Lo mismo sucede con la música, ropa y narrativas audiovisuales. Desde Olivia Rodrigo cantando junto a Avril Lavigne y los reboots de series noventeras, hasta las referencias de los ochenta en las piezas musicales de Dua Lipa, Harry Styles y The Weeknd, la moda de los años 2000, y el resurgimiento de las Polaroid. La nostalgia está presente en la cultura pop actual.
Mi madre, quien creció disfrutando de los años noventa, a menudo me pregunta si la música que estoy escuchando es nueva o vieja, pues le suena familiar. Como herencia tengo los gustos de The Fresh Prince of Bel-Air y Jurassic Park -por mencionar algunos-, mezclados con una fuerte influencia por ser parte de la Gen Z. Constantemente estoy viendo cómo poco a poco distintas épocas a las que no pertenecí están tomando protagonismo en la actualidad: los 2000 con la moda Y2K, la influencia de los ochenta en la música pop, los reboots de That’s 70s Show y Sex and the City en una década distinta.
Con cada tiktok, anuncio y teaser me pregunto, ¿qué tiene la nostalgia que nos ata o nos introduce a otros contextos?, ¿por qué vende y se reinventa con cada generación? Una breve definición de este concepto lo explica como el anhelo por cierto momento o situación en el pasado, por lo que cualquier sensación de familiaridad podría evocar revivir cierto sentimiento o recuerdo. La música, las series y películas nos hacen sentir y recordar; nos gusta lo familiar. Lo más cercano que tengo a este sentimiento es cuando Selena Gomez decide hacer una pequeña reunión con alguien del cast de Los hechiceros de Waverly Place, o se hace referencia El diario de la Princesa con Anne Hathaway.
Así como el teen angst que nos trae Olivia Rodrigo con su álbum Sour. Pero, ¿por qué nos sentimos identificados con él? Porque son sentimientos y emociones que alguna vez tuvimos en nuestra adolescencia o juventud. Incluso, algunas personas podrán afirmar que Avril Lavigne o Hayley Williams en Paramore son las pioneras en plasmar así sus vivencias. Lo que para unos puede ser recordar, para otros es un espacio completamente desconocido: un aesthetic por explorar. Tratamos de pertenecer a una época y a un espacio en concreto. Buscamos disminuir la alienación que podamos llegar a sentir por no haber nacido ni haber vivido en cierto contexto o simplemente evocar alguno en el que nos reflejamos.
La verdad es que las tendencias venden y mueven al mundo. Polaroid ha decidido relanzar modelos de cámaras que había descontinuado. HBO se ha propuesto invertir de nuevo en series que terminaron en 2004. Netflix destina presupuesto a series ambientadas en épocas que parecieran lejanas. Las tiendas como H&M están repletas de estampados, los low-waist jeans volvieron y los accesorios dominan el mercado. Artistas y cantantes experimentan con beats de años en los que ni siquiera habían nacido. Todo con el propósito de apropiarse y darle un nuevo significado según la generación actual.