En aras de estructurar la vida y el pensamiento humano, hemos caído en el error y el peligro de sistematizarles. Tratamos de darles un orden determinado con el que creemos que podemos contener la inmensa diversidad de fenómenos que constituyen al ser humano. Creamos categorías que no sólo no son funcionales sino que erigen límites caducos y poco adecuados. Hemos visto una gran cantidad de estos comportamientos en lo relativo a la raza, la sexualidad, el género y la salud mental. Es mediante la reflexión, que podemos reconocer los errores del pasado y, quizá tarde, intentar recomponer esos sistemas caducos para hacerlos más accesibles.
Me parece importante que, aprovechando que junio es el mes del orgullo, hagamos una reflexión sobre la psicología y la atención que se le da a la comunidad LGBTTTIQ. Aunque actualmente se tiene mucha más apertura (que no la necesaria), es importante entender que los psicólogos tenemos una gran responsabilidad con este sector de la población que ha sido sistemáticamente maltratado por la psicología en Pro de la “salud mental”, que hasta hace muy poco tiempo era algo que directamente se patologizaba. desde taxonomías que posicionan la identidad como una enfermedad, hasta terapias de conversión que se presentan como verdaderos crímenes.
Actualmente es capital que como profesionales de la salud mental no sólo seamos “gay friendly”, sino que entendamos la historia de la comunidad y cuales son las problemáticas que actualmente se viven. Los hemos llamado perversos, desviados, enfermos, cuando en realidad todos ellos eran individuos. Se vuelve urgente desde el contexto de la SALUD entender la discriminación y los estigmas que sufre (y hemos hecho que sufra) la comunidad. Cómo ejemplo podemos traer a colación que apenas el 17 de mayo de 1990 la OMS eliminó la homosexualidad de la clasificación internacional de enfermedades. El 15 de septiembre de 1973, el Consejo de Administración de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría votó por mayoría retirar a la homosexualidad el estatus de enfermedad, decisión que se reflejó en el DSM. Asimismo, apenas en el 2018, la transexualidad dejó de ser una enfermedad mental en el CIE 11.
Esto es la muestra fehaciente de la necesidad de hacer de nuestros espacios psicológicos lugares seguros y de reflexión en los que se contenga y atienda ética y dignamente. Esto, será posible con terapias que contemplen la Perspectiva de género y derechos humanos.