«Muy importante: mañana comenzarán los aranceles del 25% sobre Canadá y del 25% sobre México. Así que van a tener que asumir un arancel». Así, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció un nuevo capítulo en una guerra comercial con la que, a decir de él mismo, busca recuperar la «Era Dorada» de la Unión Americana.
Aunque hace unos días había asegurado que la entrada en vigor de estos aranceles se pausaría hasta inicios de abril, el cambio de tono y postura fue repentino. El escenario del anuncio definitivo no fue casualidad. Mientras informaba con bombo y platillo desde la Casa Blanca que Taiwan Semiconductor Manufacturing Co. invertirá caso 100 mil millones de dólares pra construir «cinco instalaciones de fabricación punteras» de microchips.
Bajo la lógica trumpiana, si México y Canadá quieren evitar aranceles deben hacer lo mismo que la empresa taiwanesa: producir en suelo estadounidense y «de esa forma no habría aranceles».
Esto, a pesar que el jueves pasado México entregó a 29 narcotraficantes de alto perfil como un gesto simbólico que están dispuestos a cooperar con Estados Unidos en el combate al narcotráfico. También, de una campaña emprendida por el Gobierno Federal para informar sobre los peligros del fentanilo.
Además del reforzamiento y el envío de 10 mil soldados de la Guardia Nacional a la frontera norte para contener el flujo migratorio ilegal. Todas, acciones «pactadas» con el Gobierno de Trump para, precisamente, evitar la imposición de aranceles.
La ministra de Exteriores canadiense, Mélanie Joly, advirtió este mismo lunes que su país está preparado para responder con represalias comerciales, imponiendo aranceles equivalentes a productos estadounidenses con un valor de 155 mil millones de dólares.
En México aún hay optimismo y un poco de tiempo en espera de otra llamada salvadora de último minuto que hagan recular a Trump en su decisión.
Trump también mencionó que añadiría un arancel adicional del 10% sobre los productos de China, además del 10% inicial que implementó el mes pasado.
